Monday, July 03, 2006

¡Abuelo, que juega el Dépor!

Tendría alrededor de siete u ocho años; mi abuelo solía venir a mi casa por las tardes, y encendía la tele del cuarto de estar. Se dormía viendo los toros, y yo, como nunca me ha gustado la fiesta nacional, esperaba a que llegase la otra fiesta nacional, la de los que torean sin capote y “matan” con los pies. Me hacía gracia ver tantas personas corriendo detrás de una pelota. Me entretenía.
A mi abuelo le encantaba ver al Dépor de aquellos tiempos, y yo empecé a adorar a ese equipo de rayas azules y blancas en la camiseta. Recuerdo que cuando mi abuelo se dormía del aburrimiento, yo le despertaba y le decía “¡Abuelo, que es el Dépor!”. Entonces él abría los ojos, me miraba, decía algo sobre lo bien que jugaban, y en cuanto dejaba de mirarle, volvía a cerrarlos. Intentar cambiar de canal era inútil; pese a su estado soporífero, si sus oídos recogían algo que no fuese la retransmisión del partido, su subconsciente contestaba: “pero no cambies, Ana, que está a punto de marcar un gol el Deportivo”. Aunque esas eran la menor parte de las ocasiones, porque por lo general, a mí me encantaba pasar el tiempo junto a mi abuelo, y que me explicase por qué en algunos momentos se paraba el balón, lo que suponía que a los jugadores les enseñasen una pequeña cartulina, que además tenía dos colores, y sobre todo, por qué dependiendo de que el balón cruzase una raya y tocase las redes de una u otra portería, debía alegrarme o mostrarme preocupada.
Siempre me he preguntado el porqué de mi pasión hacia un juego que al fin y al cabo es eso, un simple juego. Y si me lo he preguntado tanto, ha sido ayudada por el hecho de que mi padre lo aborrezca, y sobre todo, por el hecho de ser una chica nacida en el ’85, un año que no queda demasiado lejos, pero que para el fútbol femenino forma parte casi de la prehistoria. Creo que fue gracias a esas tardes muertas en el sillón verde del cuarto de estar, que comencé a adentrarme en este mundo de los goles, los fuera de juego, las faltas y sus consiguientes tarjetas rojas; los insultos a los árbitros, las alegrías, las decepciones, y el nerviosismo de los penalties que, doce años después, sigo sin saber tirar.
Un mundo que muchos creen mitificado, pero que a mí me ha dado tantos momentos increíbles en la vida, que sería incapaz de negarle su importancia. Muchos momentos que, llegados a este punto en el que por primera vez en once años he dejado un poco de lado el balón, considero necesarios recoger en una red. No me gustaría que se quedasen desperdigados en las gradas de un estadio con tanto aforo para los buenos momentos como es mi vida. Pongo el balón en juego…




El penalty del día: “Kaká va a venir al Real Madrid y yo no voy a dimitir” (Ramón Calderón… a estas horas ¿nuevo presidente del Real Madrid?)