Monday, August 28, 2006

Aquel número 17

Supongo que 17 años, unas piernas minúsculas y esa cara de chico con la mirada perdida, pero que no perdía de vista ni uno solo de los movimientos de un balón que daba la sensación de ser más grande que él, bastaron para conquistarme. Un nombre corto; Raúl, y un número a la espalda, el 17… suficientes para cambiar Riazor y el Feiraco de una camiseta blanquiazul, por el Santiago Bernabéu y el Teka morado sobre un blanco inmaculado. Interés por afición; afición por pasión.
El día que, sentada en el sillón del cuarto de estar junto a mi abuelo, vi a Raúl por primera vez, empezó mi adicción por el fútbol. Puede parecer de locos, y aunque no lo recuerdo perfectamente, ya que tenía alrededor de 9 años, estoy convencida de que mi vida empezó a girar alrededor de un balón aquella noche. Aún me pregunto por qué él, y por qué cuando aún no era nadie, cuando hacía días que Valdano le había puesto a prueba en el lugar de Butragueño… Quizás suene un poco frívolo, pero aquellas noches en las que me empecé a aprender de memoria los movimientos del 17 blanco sobre un terreno de juego, cambiaron gran parte de mi vida.
Desde entonces he seguido de cerca la evolución de ese chico que, con el paso del tiempo se hizo grande y perdió el 1 de la espalda para ser el número uno del club más importante de la historia (sí, le pese a quien le pese). Desde aquellas noches también he crecido con un balón a mi lado, que ha sido uno de mis mejores amigos durante muchos años, y también principal destinatario de las patadas producidas por mis enfados. Gracias al fútbol he vivido momentos irrepetibles en mi vida, he conocido a gente fundamental para mí a día de hoy, y he dirigido mi futuro hacia el periodismo deportivo; siempre teniendo como referente al gran capitán blanco… Hay muchos más factores que han influido, por supuesto, pero el número 7, o el 17, siempre serán especiales. Respeto a sus detractores, pero no comparto su opinión… para mí, Raúl siempre será el más grande, quizás porque me resulta imposible valorarle únicamente desde el punto de vista deportivo… hablar de Raúl en mi vida es, en muchos aspectos, hablar de mi vida… podría pasarme días escribiendo sobre él…
el penalty de la semana: "Hoy por hoy somos el equipo referente en Segovia, le pese a quien le pese" (José Soriano, presidente de la Gimnástica Segoviana... y se quedó tan pancho...)

Monday, July 03, 2006

¡Abuelo, que juega el Dépor!

Tendría alrededor de siete u ocho años; mi abuelo solía venir a mi casa por las tardes, y encendía la tele del cuarto de estar. Se dormía viendo los toros, y yo, como nunca me ha gustado la fiesta nacional, esperaba a que llegase la otra fiesta nacional, la de los que torean sin capote y “matan” con los pies. Me hacía gracia ver tantas personas corriendo detrás de una pelota. Me entretenía.
A mi abuelo le encantaba ver al Dépor de aquellos tiempos, y yo empecé a adorar a ese equipo de rayas azules y blancas en la camiseta. Recuerdo que cuando mi abuelo se dormía del aburrimiento, yo le despertaba y le decía “¡Abuelo, que es el Dépor!”. Entonces él abría los ojos, me miraba, decía algo sobre lo bien que jugaban, y en cuanto dejaba de mirarle, volvía a cerrarlos. Intentar cambiar de canal era inútil; pese a su estado soporífero, si sus oídos recogían algo que no fuese la retransmisión del partido, su subconsciente contestaba: “pero no cambies, Ana, que está a punto de marcar un gol el Deportivo”. Aunque esas eran la menor parte de las ocasiones, porque por lo general, a mí me encantaba pasar el tiempo junto a mi abuelo, y que me explicase por qué en algunos momentos se paraba el balón, lo que suponía que a los jugadores les enseñasen una pequeña cartulina, que además tenía dos colores, y sobre todo, por qué dependiendo de que el balón cruzase una raya y tocase las redes de una u otra portería, debía alegrarme o mostrarme preocupada.
Siempre me he preguntado el porqué de mi pasión hacia un juego que al fin y al cabo es eso, un simple juego. Y si me lo he preguntado tanto, ha sido ayudada por el hecho de que mi padre lo aborrezca, y sobre todo, por el hecho de ser una chica nacida en el ’85, un año que no queda demasiado lejos, pero que para el fútbol femenino forma parte casi de la prehistoria. Creo que fue gracias a esas tardes muertas en el sillón verde del cuarto de estar, que comencé a adentrarme en este mundo de los goles, los fuera de juego, las faltas y sus consiguientes tarjetas rojas; los insultos a los árbitros, las alegrías, las decepciones, y el nerviosismo de los penalties que, doce años después, sigo sin saber tirar.
Un mundo que muchos creen mitificado, pero que a mí me ha dado tantos momentos increíbles en la vida, que sería incapaz de negarle su importancia. Muchos momentos que, llegados a este punto en el que por primera vez en once años he dejado un poco de lado el balón, considero necesarios recoger en una red. No me gustaría que se quedasen desperdigados en las gradas de un estadio con tanto aforo para los buenos momentos como es mi vida. Pongo el balón en juego…




El penalty del día: “Kaká va a venir al Real Madrid y yo no voy a dimitir” (Ramón Calderón… a estas horas ¿nuevo presidente del Real Madrid?)